Desde tiempos pretéritos el ser humano ha levantado la vista y buscado respuestas a lo que está más allá de su comprensión terrenal. Los eventos que cada noche se presentaban en el firmamento, fueron construyendo una memoria ancestral que permanece hasta los tiempos actuales, donde recién el los últimos siglos pudo ser develada, en parte, a través de la incorporación de la ciencia y la tecnología.
Amén de los saberes vinculados a disciplinas como la astronomía, la relación humana con el cosmos va mucho más allá de datos, cifras y comprensiones académicas. En algún lugar de nuestro interior sentimos que lo que sucede allá arriba, tiene que ver con nosotros, aquí abajo.
Todas las tradiciones esotéricas, las culturas milenarias, y las religiones, abrevaron en el cielo para sostener creencias, mitos, mandatos, salvaciones.
Lo que es arriba es abajo.
Llevamos incorporados en el cuerpo registros de sensaciones de los que a veces ni siquiera somos conscientes, que nos sacuden o nos complacen de acuerdo al grado de percepción que tengamos con los contenidos del colectivo imaginario de quienes nos precedieron, y es por eso que nos asombramos y pedimos un deseo ante una estrella fugaz, o nos ensimismamos ante la posibilidad de apuntar nuestra mirada hacia un cometa, una aurora boreal. Y nos conmovemos ante un rayo.
Sabemos, más allá de toda lógica racional, que somos “eso”. Somos polvo de estrellas, que de allí venimos y hacia allí iremos. Y por ello es que los relatos vinculados al espacio nos apasionan, nos llenan de intriga, nos motivan a buscar más, a intentar al menos comprender en parte lo que está sucediendo, aunque todo sea de una escala tan abismal, y suceda a tal distancia, que nos resulta imposible atraparlo con la mente.
Por eso entonces, es que buscamos en el Astroturismo una posibilidad de acortar la distancia entre lo imaginario, lo percibido, y lo racional. Tal vez como mero entretenimiento, o tal vez como forma de achicar la intriga, de corroborar creencias, de disminuir las ansiedades que permanecen ocultas y se guardan en la intimidad de un sueño, para que se conviertan en un mensaje esperanzador y tranquilizador.
Todo esto cobra un sentido de espectacularidad todavía mayor, ante la presencia de un eclipse del sol, de nuestra estrella nutriente de vida, de luz. Por un momento, el sol se ocultará y nos dejará asustados si nos toma desprevenidos, o maravillados si estamos allí preparados para observar este fenómeno astronómico.
Para los antiguos era un momento pleno de incertidumbre. ¿Volverá?
Para nosotros, la absoluta certeza de que luego de un par de minutos, el astro rey brillará magnífico nuevamente y nos traerá esa alegría de plenitud, esa luz esperanzadora sabiendo que otra vez nos obsequiará con su calor gratuitamente, regando por doquier su potencia.
Será sin duda otra gran oportunidad para intentar al menos comprender lo que nos conmueve, que el día sucede a la noche, con todo lo que eso implica. El ciclo de la vida se renueva, y estamos invitados a la fiesta.
Aquí, ahora y siempre.
Desde las 11:40 hs., del Lunes 14 de Diciembre de este año, un cono de sombra se posicionará sobre el territorio neuquino, para ir avanzando rápidamente hacia el Este, llegando hasta punto donde la meseta patagónica rionegrina se encuentra con el mar.
Entre esa hora y las 14:50, irá transcurriendo este fenómeno astronómico donde la luna se coloca justo frente al sol, y lo oculta de nuestra vista, creando la noche en pleno día.
Contaremos con diferentes puntos de observación acondicionados para una permanencia segura, y con los dispositivos necesarios para garantizar que nuestra vista no se dañe al mirar el cielo.
Los esperamos.
Fabian Piqué
Julio de 2020
[email protected] www.seraustral.com.ar
2 respuestas
Muy interesante! Habrá que verlo!
Me gustaría recibir información sobre la ubicación de los puntos de observación previstos.