“Bloquearemos los canales!” Venecia contra la boda de Bezos y Sánchez: planean impedir su llegada a la iglesia

Jeff Bezos y Lauren Sánchez han elegido Venecia como escenario para su boda, prevista entre los días 26 y 28 de junio de 2025. Durante ese fin de semana, la histórica isla de San Giorgio Maggiore acogerá una serie de actos celebratorios —una ceremonia simbólica, cenas selectas y eventos exclusivos— diseñados para unas doscientas personas, en el marco de un despliegue que combinará glamour, ostentación y la belleza única de la laguna italiana.

Sin embargo, para un amplio sector de la población local, este enlace representa algo más que un acto personal de una pareja adinerada: simboliza la invasión de lujo y turismo que asfixia a la ciudad. Bajo el lema “No space for Bezos”, el movimiento social que se opone al evento ha lanzado una advertencia rotunda: están dispuestos a impedir que los contrayentes –o sus invitados– lleguen hasta la iglesia en góndolas y lanchas fluviales. De hecho, el plan incluía acompañar la ceremonia con botes hinchables, buscando obstaculizar la navegación hacia el templo; una protesta pacífica, pero de gran efecto visual, que pretende transmitir un mensaje de reivindicación del espacio urbano.

Orígenes de la protesta

El rechazo a esta celebración privada parte de varias tensiones acumuladas: por un lado, la saturación histórica de visitantes, que eleva los precios de vivienda y servicios; por otro, la transformación perceptible de Venecia en una vitrina turística donde los residentes sienten que lo cotidiano se está subastando al mejor postor. Activistas locales y grupos de vecinos denuncian con fuerza que este evento —privado, millonario, llamativo— exacerba el problema de la gentrificación turística. Además, critican lo que consideran un síntoma más del poder hegemónico del capitalismo digital, encarnado en Bezos, quien, con una fortuna estimada en cientos de miles de millones, representa un modelo económico ajeno a la identidad y valores comunitarios venecianos.

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El compromiso con un pronunciamiento enérgico se organizó a través de colectivos integrados por universitarios, asociaciones vecinales, sindicatos y plataformas ciudadanas. Bajo ese paraguas se han convocado movilizaciones que incluyen pancartas en edificios históricos —como en la isla de San Giorgio— y acciones coordinadas que, según sus impulsores, impedirán el avance de la comitiva nupcial hacia los actos religiosos. En momentos de mayor crispación, llegaron a escuchar propuestas tan visuales como la ocupación masiva de botes inflables en los canales principales. Esta protesta reivindica la defensa del espacio público, el mantenimiento de la vida local y la crítica al turismo descontrolado.

Contexto global y repercusión veneziada

Lejos de ser un fenómeno aislado, esta reacción local se inserta en una tendencia creciente en otras ciudades europeas, como Barcelona, Lisboa o Palma de Mallorca, donde la población ha mostrado su hartazgo ante los estragos del turismo de masas. En Venecia, que figura desde 2023 como Patrimonio de la Humanidad amenazado por la UNESCO, las autoridades habían implementado sistemas de control desde el año anterior: cobro de tasas para visitantes de un día y restricciones en cruceros y grupos turísticos. Sin embargo, eventos de gran escala —como bodas de celebridades— se han convertido en una nueva variable difícil de gestionar. En ocasiones, ciudadanos han exhibido pancartas anunciando que “Venecia no está en venta” o la frase en inglés “No space for Bezos”.

Esta tensión ha chocado con la versión oficial de la administración. El alcalde Luigi Brugnaro y el presidente regional han rechazado la interpretación negativa, afirmando que el enlace aportará ventaja económica y visibilidad para la ciudad. En un discurso de tono conciliador, el regidor destacó que no debe confundirse la concentración turística con algo dañino, y mencionó la capacidad logística de Venecia para albergar eventos de gran tamaño –como foros económicos, bienales culturales o conferencias internacionales– sin que el funcionamiento cotidiano de la urbe se resienta.

Detalles del evento y las críticas

El programa de la boda se ha ido desvelando parcialmente. Aunque muchos datos se mantienen en reserva, se sabe que Bezos y Sánchez se casarán con una ceremonia simbólica en San Giorgio Maggiore; celebrarán cenas privadas y eventos con catering y decoración vinculados a la cultura local. De hecho, según medios, hasta un 80 % de los servicios —pastelería, cristalería, artesanía— estaría siendo encargado a proveedores de Venecia. Una estrategia que el entorno de la pareja destaca para minimizar el impacto económico negativo.

No obstante, para quienes protestan es un argumento insuficiente. Espacios comunes como calles, canales y plazas serán temporalmente invadidos y cedidos a intereses privados. Además, la infraestructura necesaria —rios de botes, y, según denuncias, plazas hoteleras reservadas— limitará el acceso de residentes y turistas convencionales. Las advertencias de bloqueo con botes o inflables no responden sólo a razones simbólicas, sino también a la idea de que el acceso físico a la ciudad está siendo apropiado para el beneficio de unos pocos.

Reacciones encontradas

Entre los habitantes hay opiniones contrapuestas. Para un grupo, el evento privado es una expresión ruidosa del poder del dinero y una prueba más de que la ciudad se está transformando en un plató al servicio del turismo vip. Para otro sector, la boda representa una oportunidad: ingresos para el tejido artesanal local, despliegue de alta visibilidad internacional y creación de empleo temporal en hostelería, logística y servicios especializados. Enmarcado como otro icono cultural global, el evento se exhibe como un escaparate del Venice lifestyle, apto para una ocasión internacional.

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El alcalde enfatizó que la recepción del evento será pacífica y no afectará a los residentes: se hospeda un máximo de 200 asistentes, no se interrumpirá el transporte habitual y el uso de góndolas y vaporettos será controlado. Según él, Cesare Brugnaro, “Venecia está preparada… y sería un honor que la pareja volviera en el futuro”.

Tensiones políticas y mediáticas

El descontento local no se limita a la lógica urbanística o de movilidad: también incluye críticas ideológicas. Bezos ha sido vinculado a prácticas fiscales opacas e incluso aparece en los debates sobre las desigualdades sociales generadas por corporaciones tecnológicas. Asociaciones locales denuncian que su figura encarna un modelo de riqueza que contradice los valores comunitarios y patrimoniales.

Los medios internacionales han prestado atención: New York Post, Times, Business Insider, People, Vanity Fair, entre otros, han recogido los matices de esta controversia. En algunos casos resaltan el tono casi novelado de la disputa: imágenes de banderas contra Bezos colgadas en campanarios, operaciones de prensa para ensalzar lo “made in Venice”, advertencias de bloqueos. Las televisiones locales y nacionales transmiten gráficas escenas de enojo popular y la complicidad de la prensa extranjera ha amplificado el eco mediático, convirtiendo la boda en una historia global de encaje urbano en la modernidad.

¿Quién gana con esta boda?

Es difícil responder con claridad. Desde el punto de vista de la ciudad, los organizadores y el gobierno local promueven la tesis de que será una fuente de riqueza para hoteles, empresas de servicios, restauración y artesanos tradicionales. Esto coincidiría con la tendencia del turismo selectivo de alto gasto. Pero los críticos advierten que ese tipo de economía no se traduce en beneficios reales para los residentes. Más bien, señalan, contribuye a encarecer la vida y a reducir las posibilidades de los jóvenes de acceder a viviendas o trabajos permanentes.

Un espejo de los tiempos

Este episodio sintetiza una problemática global: cómo equilibrar la atracción turística con la preservación de las ciudades patrimoniales y de sus comunidades. Venecia —una ciudad surcada de canales, rica en historia y símbolo del patrimonio cultural— se encuentra en el ojo del huracán. El modelo turístico está siendo puesto en cuestión por ciudadanos que se resisten a asumir el papel de meros espectadores de su propia ciudad.

El matrimonio de Bezos y Sánchez, por tanto, no es una nota más en el apartado social, sino una excusa narrativa para regresar a un eterno dilema: ¿quién tiene derecho a ocupar el espacio urbano y en qué condiciones? ¿Es la celebración de la riqueza una oportunidad o un peligro? En los días próximos al gran evento veremos si los inflables se quedan solo en imágenes llamativas o si preceden una forma distinta de gestionar la vida urbana.

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